La gran isla de basura en el Pacífico, un lugar del que nadie habla pero todos deberíamos saber de el.
¿Alguna vez te has puesto a pensar lo que sucede con esa botella de plástico que tiraste a la basura? Sí esa botella tuvo suerte, y siguió en el contenedor de basuras seguro que ya fue incinerada o reciclada. Pero si es el caso contrario, y por cosas de la vida, terminó en las vías fluviales de Madrid, es muy probable que hoy esta botella plástica forme parte de las más de 8 millones de toneladas de plástico que flotan en el océano. Y aún más desconcertante son los 500 años aproximadamente que tendrán que transcurrir para que está botella deje de existir.
Es muy difícil deshacernos del plástico cuando este material se encuentra en prácticamente todo lo que nos rodea: alimentos, materiales de construcción, utensilios de cocina y productos cosméticos. Es tanta la cantidad de desechos plásticos que flotan en el mar, que las mismas corrientes marítimas los han agrupado y año tras año se han ido formando “islas” de basura.
Hoy no existe solo una, sino cinco islas de basura: dos están ubicadas en el océano pacífico, otras dos en el atlántico y una en el indico. Estas islas han creado un ecosistema invasivo en el mar, su tamaño es casi 7 veces el del España, y se le ha llegado a dar el nombre de “El séptimo continente”.
Una de estas islas, es La Gran Isla de Basura del Pacífico. Una montaña de basura que se oculta bajo el mar la cual se estima, posee una superficie de 17 000 000 km2. La magnitud de esta isla no es posible de captar a través de la fotografía satelital, solo es posible observar su dimensión total estando bajo el agua y frente a ella, o dentro.
La Gran Isla de Basura del Pacífico, ubicada entre Estados Unidos y Japón, se convirtió en la obsesión de un deportista: Ben Lecomte, un nadador francés de 52 años. El nombre de Lecomte empezó a resonar en los medios cuando en 1998, marcó su primer reto deportista: Ser el primer hombre en cruzar el océano atlántico desde la costa de Estados Unidos hasta la costa Francesa. Esa vez, fueron 73 días de expedición y 5.980 la cantidad de kilómetros recorridos.
Una vez logrado su objetivo, 20 años después, Lecompte vuelve a emprender una expedición. Ahora, cruzaría el océano pacífico desde Tokyo a San Francisco y así establecer un nuevo record. Sin embargo, durante la travesía, una tormenta arruinó su barco de soporte obligándole a abandonar la expedición y haciéndole pensar que, esta vez, no iba lograr culminar su hazaña.
En su regreso, algo mas llamó la atención de este deportista. Observó a lo lejos una gran “sopa” de plástico que flotaba en medio del mar. Tras investigar, descubrió además, que aquello que el veía era solo la punta del iceberg, de un gran desastre ambiental. Solo el 15% de la gran isla de basura era notable, bajo la superficie se encontraba, al parecer, el 85% restante que yacía en el fondo del océano.
Desde entonces, Lecomte se propuso atravesar la Isla, creando a su vez la nueva expedición “Vortex swim”. Esta vez no iba a recorrer 5.000 kilómetros sino 7.000. Más allá de establecer una marca personal, su objetivo principal era la recopilación de datos, entre esos: 200 muestras de microplásticos y microfibras que estuviesen presentes en la isla. De esta forma, facilitaría la investigación sobre los niveles de contaminación que existen en el océano, y cómo estos afectan la biodiversidad marina y por ende nuestra propia existencia.
Son muchos los datos curiosos que la expedición de este intrépido deportista y explorador trae consigo. Si bien, su tripulación de “Vortex swim” son 9 personas, divididas en 2 barcos de soporte. Entre ellos hay fotógrafos, con cámaras 360° de última tecnología, drones y robots acuáticos, marineros y científicos.
Para el estudio, Lecomte se sumergía al agua durante 8 horas diarias recopilando muestras del agua. Los residuos que iba encontrando eran llevados a análisis y a su vez, su equipo iba documentando todo en tiempo real a través de su cuenta en Instagram. También crearon una pagina web, aún disponible, donde se puede leer una bitácora del viaje y además existe un link donde te demarca en vivo por donde va su recorrido, ¡simplemente alucinante!
Ahora bien, el traje que utilizó para nadar es lo ¡más sorprendente! Esta creado con la mas alta tecnología para que cada brazada que Lecomte hiciera fuese información. Por ejemplo,en la pierna llevaba una RadBand que le permitía identificar los niveles de cesio radiactivo en el agua, un componente nuclear altamente tóxico, que puede llegar a vivir en el mar unos 20 o 30 años. La Radband favoreció el estudio de estas micropartículas que están afectando la acidez del agua y por ende el bienestar de las especies que habitan en él.
Contó también con un shark repellent bracelet, que como su nombre indica, emite ondas para ahuyentar a los tiburones blancos que durante la expedición estaban en proceso de migración y podrían poner en riesgo el trayecto y a la tripulación. Sus dos botes llevaban radares GPS donde se iban reportando constantemente a su base, en la Universidad de Hawai.
Una de las imágenes que más polémica causó fue una fotografía de Lecomte sentado en un inodoro, desnudo. La foto no tardo en volverse viral en redes. Sin embargo, a pesar de llamar la atención del público, Lecomte asegura que la sociedad no alcanza a ver la magnitud del problema, ya que él se encontraba a kilómetros de distancia desde la última vez que había pisado tierra, ¡y estaba flotando sobre un inodoro!, ¿Cómo llegó esto allí? Es una pregunta que desencadena millones de posibles respuestas, pero el público solamente se quedó con la desnudez de la fotografía.
No solo le sorprendieron los objetos que se encontraron: cepillos de dientes, ropa, envases, hilo para pescar, latas. Sino también, lo que queda de ellos cuando empiezan a descomponerse, y son esas micróparticulas que cuesta bastante recolectar que se vuelven tan diminutas que son consumidas por los peces y al final terminan en nuestro organismo afectando nuestro sistema endocrino.
Una de las anécdotas que cuenta Lecomte que mas impacto le causo, fue cuando, en uno de esos días, cuando se acercaba la hora de comer, abrieron un pescado, y dentro de el iba una malla plástica, y una ventosa, sabían que debían enseñarle esto al mundo.
También, otro de los descubrimientos y que mayor interés causó a Lecomte y su equipo, fue descubrir que dentro esta isla que parece mas bien un oasis, las especies se han adaptado a este ecosistema creando vida dentro de ella, sin saber que están viviendo dentro componentes químicos.
Remover el plástico completamente del mundo parece ser una tarea compleja, sobre todo cuando las consecuencias en nuestra salud y en los ecosistemas marítimos se empezarán a ver en unos años. Lecomte, asegura que en su primera expedición jamás había visto tanta cantidad de plástico. El problema no es el plástico en si, es el uso que las personas le dan y lo poco consientes que son al deshacerse de él.
Sigamos el ejemplo de Lecomte y preocupémonos por cuidar algo tan maravilloso y lleno de vida como el mar, el océano y las especies que hacen de él su hogar. Las pequeñas acciones son las que cuentan, y entre todos es posible convertir la utopía de un mundo más sano y habitable en realidad.